Trauma en la Infancia
Después de 10 años de trabajar con niños en un entorno terapéutico, estoy convencida de que no podemos hacer el trabajo por ellos. Sin embargo, siempre podemos sostener su mano, aceptarles tal como son y ayudarles a digerir los procesos difíciles que son parte de la vida.
Uno de los temores que enfrentan los adultos es que nombrar una experiencia traumática podría empeorarla. Algunos temen que el niño no esté listo para escuchar palabras específicas, otros temen que esto haga que el niño recuerde. Este miedo nos hace ser cautelosos, lo cual es muy importante. Primero debemos desarrollar un sentido de confianza y fortaleza antes de acompañar a un niño en el proceso de elaborar el duelo, la pérdida y el dolor. Lo mismo se aplica para el niño. Construir recursos positivos, ser capaz de nombrar emociones y sentirse seguro/a son preludios importantes para digerir o procesar el trauma.
Para los niños, el juego es un lenguaje poderoso, y muchas experiencias difíciles se procesan a través del juego. Los niños que han experimentado un evento traumático se beneficiarán del proceso terapéutico adecuado, sin embargo, hay mucho que tú como padre, madre o amigo/a puedes hacer para ayudar en este viaje de sanación. Observar, escuchar sin juzgar y tener un corazón abierto son ingredientes poderosos que los niños esperan y necesitan de un adulto acompañante.
¿Qué es el trauma?
– El trauma es una experiencia profundamente subjetiva que puede variar significativamente de una persona a otra. Lo que puede resultar traumático para un individuo puede no serlo para otro.
– El trauma ocurre cuando nos enfrentamos a situaciones inesperadas para las cuales nos sentimos mal equipados para enfrentar. Puede surgir de una variedad de fuentes, desde un susto repentino hasta desastres naturales, desde abuso hasta negligencia, desde procedimientos médicos dolorosos hasta pérdidas e incluso la muerte de una mascota querida.
– El trauma se manifiesta como un shock que queda atrapado en el cuerpo, sin poder liberarse por completo. Como resultado, el trauma a menudo se manifiesta en patrones de comportamiento. En el caso de los niños, que aún se encuentran en desarrollo y tienen recursos limitados para lidiar con dificultades inesperadas, el trauma puede ser especialmente impactante. Los niños pequeños, especialmente aquellos menores de 7 años, están altamente sintonizados con sus cuerpos. Cuando el trauma no se procesa adecuadamente, un niño puede desconectarse de su cuerpo, y esta desconexión puede manifestarse en problemas de comportamiento.
– Los niños que han experimentado trauma pueden volverse hipersensibles o hiposensibles, pueden actuar golpeando a otros o buscando una atención excesiva para satisfacer sus necesidades, pueden mostrar hiperactividad o pueden volverse repentinamente irritables y rebeldes.
– Desafortunadamente, existe una idea equivocada de que los niños no sufren de trauma, y algunos adultos atribuyen su «mal comportamiento» a otras causas, lo que agrava aún más la situación.
– El trauma a menudo implica una sensación de impotencia que un niño puede tener dificultades para expresar con palabras. También puede afectar el sistema neurosensorial, interrumpiendo los ritmos naturales y la homeostasis del cuerpo.
– La respiración, el sueño e incluso el habla pueden verse afectados, y algunos niños pueden encontrar difícil verbalizar sus pensamientos y sentimientos inmediatamente después de una experiencia traumática. Esto se debe a que los hemisferios cerebrales pueden desconectarse y entrar en un estado de alerta. A menos que el trauma se procese adecuadamente, este estado de alerta puede persistir en el cuerpo.
– El impacto del trauma puede variar según diversos factores, como la naturaleza del evento, las capacidades y recursos personales del individuo y su edad. Los niños más pequeños a menudo tienen menos recursos internos para hacer frente al trauma en comparación con los niños mayores y pueden requerir un apoyo significativo para navegar por sus efectos.
– El trauma es un fenómeno complejo y multifacético que requiere comprensión y apoyo compasivo, especialmente cuando se trata de niños. Al reconocer la naturaleza subjetiva del trauma y su posible impacto en el bienestar físico, emocional y comportamental de un niño, podemos crear un entorno más empático y curativopara aquellos que lo han experimentado.
¿Como hablo con mi hijo/hija?
Como ya hemos comentado arriba es importante contar con los recursos necesarios para poder acompañar. Hay que recordar que el niño pasó por esa experincia y su cuerpo lo sabe, por lo que aveces nombrar les ayuda a entender qué es lo que sucede.
Hay muchos recursos que pueden utilizarse desde casa como juego libre, artes, movimiento, y rimas de dedos que ayudan a reconectar los hemisferios cerebrales para su correcto funcionamiento. La idea es “liberar” el trauma que quedó atrapado en el cuerpo, y suele requerise ayuda profesional.
Cuando hables con tu hija/o evita hacer muchas preguntas o explicaciones largas. A estas edades, a los niños les resulta difícil responder a preguntas como POR QUÉ. La mayoría de las veces realmente no tienen una respuesta, pero estarán felices de participar en otros enfoques de comunicación no verbal. Puedes intentar preguntar: «¿Te gustaría dibujar tu tristeza? ¿Cuál de tus juguetes se siente muy triste hoy? ¿Qué haría que este juguete se sintiera mejor?» Prepárate para ofrecer sugerencias como soplar burbujas, hacer un picnic en el jardín, cocinar juntos o jugar con arcilla. (Incluye al juguete elegido en estas actividades).
¿Puede el trauma ocurrir a cualquier edad?
Algunos niños experimentan experiencias traumáticas incluso antes de nacer, mientras están en el útero materno. La madre y el niño son una díada en experiencia y comunicación mutua y ninguno de ellos atraviesa la experiencia traumática solo, sino juntos. Si has experimentado trauma durante el embarazo o el parto, es posible que te preocupe cómo esta experiencia afectó a tu bebé.
Busca ayuda de una terapeutica con una psicóloga perinatal si experimentas sentimientos de preocupación, tristeza o culpa. No te culpes a ti misma por el trauma, ya que ocurre cuando, de hecho, no tenemos recursos para enfrentarlo. Únete a un grupo en línea y lee testimonios de personas que atraviesan lo mismo. Habla con un amigo cercano o un familiar, ¡y pide ayuda! Nadie debería caminar solo en este camino. Páginas como https://www.elpartoesnuestro.es/relatos, y https://pedagogiadeemergencia.com son buenas opciones ya sea para compartir tu relato o conocer más sobre la pedagogía del trauma.
Sanando el trauma en la infancia
Los niños necesitan apoyo para procesar experiencias difíciles y traumáticas. Los niños menores de siete años dependen en gran medida de los adultos y seres queridos. Se requiere una guía profesional y mucho apoyo y trabajo activo por parte de la familia.
Los niños utilizan sus recursos de la mejor manera posible, porque el flujo natural de la vida es seguir adelante, prosperar, sobrevivir e incluso volverse resilientes. Permitir que los niños se muevan libremente, jueguen creativamente y duerman el tiempo que necesiten es importante. El juego autónomo, no estructurado y creativo de los niños es un recurso natural de protección y crecimiento.
La reacción que tengamos hacia el evento en sí mismo y cómo acompañemos al niño juegan un papel muy importante. Por difícil que sea la experiencia, los niños confían en un adulto estable y seguro de sí mismo que les recuerde que merecen protección y amor incondicional. Los niños necesitan percibir el mundo como hermoso y seguro. Esto puede ser difícil cuando el entorno no es seguro, pero para el niño, la sensación de seguridad proviene de padres estables, informados y un entorno cercano amoroso.
Ningún padre es perfecto y como adultos tenemos nuestras propias sombras, penas y luchas, pero puedes utilizar recursos simples para ayudar al niño a experimentar seguridad. Sé amable contigo misma, practica la empatía y recuerda tu poder innato de sanación. Si tienes dudas, escríbeme!